Sueños de opulencia y Maria Antonieta. Colección 2013 de Chanel
Cómo le gusta a Karl Lagerfeld llevar la contraria al mundo. Cuando Francia clama por un gobierno socialista y mayores tasas a los más ricos, él atusa pelucas barrocas, tiñe su colección de un acaramelado color de cupcake y emula a la Maria Antonieta más díscola y derrochadora. ¿Dónde mejor se puede presentar este sueño que en el Palacio de Versalles?
Sus jardines, sus fuentes y sus recuerdos de una vida barroca en gustos y en gasto son el marco elegido por el káiser para mostrarnos una colección con la que se supone que las Maria Antonietas de este siglo irán en sus cruceros cuando el tiempo enfríe.
Style.com ya le ha definido: él es el rey de Versalles y por suerte hasta el nuevo Rey Sol con el estupendo clima con el que las modelos lucieron palmito real.
Vanessa Paradis, la musa que también fuera fotografiada por Karl en este mismo lugar para su disco, afirmó que no se puede elegir mejor lugar para presentar esta colección. Y sin duda tiene razón: colocar tus tules, chorreras, ricas sedas, pelucas, mitones y ornamentos propios de siglos pasados en este lugar no es algo original pero sí espectacular.
El show lo abríó Cara Delavigne quien encarnó la primera lo que después sería un sueño inspirado en la vida veloz y superficial de Maria Antonieta, sus polisones, miriñaques y demás frús frús corseteros.
Sus pelucas y flequillos son andróginos, sus texturas y ornamentos de lo más recargados y el entorno de lo más barroco. Si una pudiera elegir un desfile al que asistir, este sería uno de ellos.
Madame de Pompadour también pululaba por allí, al menos la que capturó el genio del pintor Jean-Honore Fragonard, esa muñeca de porcelana que leía libros mientras posaba envuelta en las más ricas sedas y las flores más ontentosas engarzadas a su vestido.
El Herald Tribune y el mismo Lagerfeld tildan la colección de seria frivolidad y cuando las plumas de medio mundo ya claman por esta opulencia en medio de un nuevo clima de cambio en Francia, una cree que el mejor modo de pasar el tiempo, más tiempo de crisis, es soñar.
Él nos trae sueños del XVIII pero pasados por el tamiz de la moda más vanguardista: sus zapatillas creepers en colores sorbete, sus shorts, una de las prendas más presentes, enriquecidos con volantes de gasa y volúmenes nada usuales y el vaquero que abandona tierras salvajes y se viste de barroquismo.
Un espectáculo para la vista y el gusto de todos los asistentes y las 70 modelos que en ocasiones como éstas, recordarán porqué aman su trabajo pese a llevar sobre sus pómulos la última ocurrencia del genio, el logo de la firma maquillado.
Detalles masculinos en forma de decadentes chorreras en conjuntos de un femenino color lila y una hermosa revisión de las pelucas de antes, esta vez teñidas de colores livianos y cortadas al estilo bob.
Sus jardines, sus fuentes y sus recuerdos de una vida barroca en gustos y en gasto son el marco elegido por el káiser para mostrarnos una colección con la que se supone que las Maria Antonietas de este siglo irán en sus cruceros cuando el tiempo enfríe.
Style.com ya le ha definido: él es el rey de Versalles y por suerte hasta el nuevo Rey Sol con el estupendo clima con el que las modelos lucieron palmito real.
Vanessa Paradis, la musa que también fuera fotografiada por Karl en este mismo lugar para su disco, afirmó que no se puede elegir mejor lugar para presentar esta colección. Y sin duda tiene razón: colocar tus tules, chorreras, ricas sedas, pelucas, mitones y ornamentos propios de siglos pasados en este lugar no es algo original pero sí espectacular.
El show lo abríó Cara Delavigne quien encarnó la primera lo que después sería un sueño inspirado en la vida veloz y superficial de Maria Antonieta, sus polisones, miriñaques y demás frús frús corseteros.
Sus pelucas y flequillos son andróginos, sus texturas y ornamentos de lo más recargados y el entorno de lo más barroco. Si una pudiera elegir un desfile al que asistir, este sería uno de ellos.
Madame de Pompadour también pululaba por allí, al menos la que capturó el genio del pintor Jean-Honore Fragonard, esa muñeca de porcelana que leía libros mientras posaba envuelta en las más ricas sedas y las flores más ontentosas engarzadas a su vestido.
El Herald Tribune y el mismo Lagerfeld tildan la colección de seria frivolidad y cuando las plumas de medio mundo ya claman por esta opulencia en medio de un nuevo clima de cambio en Francia, una cree que el mejor modo de pasar el tiempo, más tiempo de crisis, es soñar.
Él nos trae sueños del XVIII pero pasados por el tamiz de la moda más vanguardista: sus zapatillas creepers en colores sorbete, sus shorts, una de las prendas más presentes, enriquecidos con volantes de gasa y volúmenes nada usuales y el vaquero que abandona tierras salvajes y se viste de barroquismo.
Un espectáculo para la vista y el gusto de todos los asistentes y las 70 modelos que en ocasiones como éstas, recordarán porqué aman su trabajo pese a llevar sobre sus pómulos la última ocurrencia del genio, el logo de la firma maquillado.
Detalles masculinos en forma de decadentes chorreras en conjuntos de un femenino color lila y una hermosa revisión de las pelucas de antes, esta vez teñidas de colores livianos y cortadas al estilo bob.
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